X atrapada en el laberinto: la Hermandad

relato corto de Alejandro Montero
dedicado a las luchadoras

Otea el horizonte desde lo alto de la montaña la muchacha bella, todo le parece conocido,  familiar, el cielo azul claro casi blanco, los olivos y pinos que descienden salpicando de verde la falda de sus laderas. El aroma a jara, tomillo y romero, perfume de flores del campo
Asombrada observa la bahía desde la que un día hace mucho tiempo embarcó camino del laberinto. Apresura su paso dirección de la ciudad que la vio nacer en otra época. Pero todo es diferente, las casas de piedra y paja transformadas en inmensos bloques de hormigón y cristal los caminos de adoquines en carreteras de asfalto, los carros circulan solos sin caballos ni bueyes y las personas que deambulan por las calles ensimismadas absorbidas en extraños aparatos que manejan en sus manos sin apenas prestar atención a nada más

La muchacha bella se siente contrariada en aquel lugar, por un lado contenta de haber regresado a donde todo empezó y por otro angustiada porque a la vez ha cambiado tanto que ni siquiera es capaz de comprender cómo pudo pasar, sin saber dónde está
Busca en el centro de aquella gran ciudad un parque arropado de altos árboles, y se deja llevar por las risas y voces de mujeres no muy lejos de allí, en un descampado sobre la hierba un grupo de jóvenes juegan desenfadadas algunas, otras enzarzadas en acalorados debates y otras en combates de artes marciales, todas junto a la estatua en piedra de una guerrera en su mano una caña y en la otra un libro de papel

La muchacha bella exclama contrariada al verse reflejada en aquella estatua delatando su presencia
Las jóvenes dejan sus actividades y la miran asombradas, se acercan a ella admiradas, rodeándola mientras la recién llegada busca de frente a la estatua

-Eres tan parecida… que parece increíble
Exclama una, tratándola de tocar

-¿quién es?
Pregunta ella sin dejarla de mirar

-La última guerrera que enviaron en la época clásica al laberinto del Minotauro
Responde otra casi sin dar crédito

-Hace unos tres mil años
Continúa otra

-La encontraron no hace mucho en el lago al otro lado de las montañas, una gran sequía la dejó al descubierto, la restauraron y la colocaron aquí, es el símbolo e inspiración de nuestra hermandad, de nuestra lucha y dedicación

-¿Hermandad?
Pregunta ella cada vez más absorta y contrariada

– Sí
responde otra con aire altivo
-Somos la hermandad de la guerrera del laberinto, muchas tardes venimos aquí planificamos nuestras próximas acciones, nos organizamos para acudir a manifestaciones para protestar por la violencia que algunos hombres ejercen sobre nosotras, también aprendemos a defendernos o simplemente venimos a pasar un buen rato

-Todas somos hermanas de la misma madre, la guerrera del laberinto
Grita una alzando el brazo al aire

-Guerreras del laberinto
Gritan todas al unísono, ríen y se abrazan

-¿Y qué fue de ella?
Reclama la muchacha bella sin poder dejar de mirar a la estatua

-No se sabe a ciencia cierta, hace mucho tiempo de aquello
Responde otra

-Unos dicen que fracasó en su intento y se convirtió en estatua de piedra en el laberinto y que una expedición fue a buscarla después de algún tiempo y solo encontraron esta imagen de ella y por ello decidieron no enviar a ninguna guerrera más
Responde una con aire triste

-Otros dícen que consiguió encontrar la salida del laberinto para regresar y en su honor tallaron la estatua
Responde otra algo más positiva

-¿Qué crees tú?
le preguntan a ella

-Que todavía camina perdida por el laberinto buscando la salida
Responde ella en una ligera sonrisa

Cantan, ríen, juegan y luchan un puñado de mujeres a los pies de la estatua de una guerrera, y la muchacha se siente en paz y tranquila entre tantas amigas
Poco a poco va cayendo el Sol de la tarde mientras llega Luna llena cubriéndolas con su maternal manto
Se levanta la muchacha bella, se despide de sus hermanas y abrazando a la estatua regresa de nuevo al laberinto

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