relato corto de Alejandro Montero
Saliendo los tres peregrinos del desierto siguiendo el valle de Jezreel llegan al monte Tabor para acampar en la cima al arrope de la ermita junto al ciprés milenario que a saludo del recién llegado despierta profundo sueño y con él charla de momentos vividos por aquellos otros que anterior a él allá llegaron siguiendo la senda de los profetas
y hablaba con las piedras que siempre estuvieron pacientes compañeras, con la golondrina… la serpiente esquiva, el escorpión y muchos otros
en su delirio, éxtasis místico; y corre, salta, grita y llora, algunas veces rueda por alguna pendiente lastimándose el cuerpo
los amigos apenas pueden comprender lo que le pasa
pero siempre pendientes tratan de ayudarle, curan sus heridas, lo buscan cuando se pierde desorientado, le dan alimento y agua para que no se deshidrate
a la tercera noche regresa tranquilo y confiado como si nada hubiera pasado, los amigos siempre le miran extrañados
descansas bajo un cielo estrellado, al calor del fuego, apenas hablan
-mi padre era activista, no sé de qué, también era poeta y ateo, un día llegaron en unas camionetas, echaron la puerta abajo, lo cogieron y empezaron a golpearle con palos, lo arrastraron hacia la calle y lo llevaron para colgarlo
a mi madre también la cogieron, la violaron entre todos y la ahorcaron con mi padre, a mi hermana pequeña la llevaron para venderla como esclava
yo permanecí escondido en un armario todo ese tiempo, luego fui de allá para acá hasta dar a caer en el proyecto ese dónde andábamos…
nunca hablé de todo esto
dice uno de los amigos al que llaman el portero
-¿y tú?
pregunta el joven al otro muchacho
yo… tenía cuatro hermanos y todos fueron a alguna guerra, cada vez que traían noticias de la muerte de alguno de ellos, mi madre lloraba desconsolada y mi padre se alegraba porque ya tenía otro hijo en el paraíso de los mártires
una noche llegó mi madre loca de sufrimiento:
«vete, vete de esta casa y no vuelvas nunca más o tú padre te mandará a morir a algún lugar perdido, pero antes prométemé que nunca matarás ni harás daño a nadie para que seas limpio a los ojos de Dios»
me dio un beso y me despidió desde la puerta, fue la primera y última vez que la vi con una sonrisa feliz y radiante, así la recuerdo… y de aquí para allá hasta llegar aquí me fui escabullendo como una ratilla… por eso soy el mejor delantero centro del mundo porque nadie puede pillarme cuando cojo la pelota
-mejor que Cristiano? anda ya tu sueñas en colores
le corta el portero en seco
bromean entre risas
-¿y tú?
pregunta el portero a tan extraño acompañante, mientras saca una vieja pelota
-yo… he venido a traer un mensaje y nadie podrá detenerme por eso soy el mejor con la pelota
-sabes… soy ateo como mi padre pero en ti confiaré porque te conozco y eres la persona más rara del mundo
sonríen y juegan al fútbol entre las piedras, Luna de la cosecha les alumbra
mañana continuarán su viaje